La ansiedad es una emoción natural, presente en todos los individuos, que resulta muy adaptativa pues nos pone en alerta ante una posible amenaza. Esta reacción de alarma implica una reacción de activación fisiológica, en la que estarán implicadas muchas respuestas del sistema nervioso autónomo (vísceras, piel, etc.), del sistema nervioso motor (músculos voluntarios e involuntarios) y de otros sistemas.
Muchas veces la ansiedad se vive como una experiencia desagradable (por eso se le llama emoción negativa), especialmente cuando alcanza una elevada intensidad, que se refleja en fuertes cambios somáticos, algunos de los cuales son percibidos por el individuo.
La alta intensidad de esos cambios corporales, la falta de control sobre las respuestas del sistema nervioso autónomo (tasa cardiaca, sudoración rubor, respuestas gástricas, dificultades respiratorias, etc.), así como la falta de información, pueden llevar a algunos individuos a una sensación de miedo e incluso pánico, por la reacción que se está produciendo en su organismo. A su vez, este miedo provoca ansiedad, activación fisiológica, y por lo tanto, un mayor incremento de las respuestas fisiológicas.
Se produce así una reacción circular (círculo vicioso), por la cual cada vez el individuo va a experimentar más ansiedad y más activación fisiológica.
Tanto por influencia genética, como por aprendizaje, los individuos somos diferentes a nivel de reactividad fisiológica. Unos nos especializamos en un tipo de respuesta fisiológica (por ejemplo, taquicardia, o ruborización, o sudoración excesiva, o molestias gástricas, etc.), mientras que otros individuos se han especializado en otro tipo de respuesta fisiológica.
Se supone que los trastornos psicosomáticos o psicofisiológicos (como algunos dolores de cabeza, o de espalda, algunas arritmias, los tipos de hipertensión arterial más frecuentes -hipertensión esencial-, algunas molestias gástricas, etc.) podrían estar producidos por un exceso en la intensidad y frecuencia de la activación de las respuestas fisiológicas del sistema que sufre la lesión o disfunción (cardiovascular, respiratorio, etc.)
Para explicar estas disfunciones orgánicas que cursan con niveles altos de ansiedad, podríamos decir que se trata de una disfunción de un sistema orgánico (gástrico, respiratorio, cardiovascular, motor, etc.) que está trabajando en exceso y mantiene esta actividad demasiado tiempo. A su vez, el trastorno orgánico produce malestar psicológico, produce más ansiedad y, por lo tanto, un aumento de la actividad de ese sistema, aumentando así la probabilidad de desarrollar y mantener en mayor grado esta disfunción orgánica. En la clínica psicológica podemos encontrar personas que sufren arritmias, dolor crónico, contracturas musculares, asma, trastornos gástricos, trastornos dermatológicos, etc. ¿Por qué si se trata de trastornos físicos están en la consulta psicológica? Porque presentan niveles muy altos de ansiedad que hay que tratar también.
Veamos un ejemplo, un caso clínico centrado en la tensión muscular. Por lo general, ésta es más alta en aquellas situaciones en las que necesitamos estar activos y dar una respuesta rápida o enérgica ante las demandas de la situación. Pero una persona que estudia todos los días ocho horas un examen de oposición para conseguir un empleo (un examen en el que se juega mucho), puede acumular día tras días demasiada tensión en el cuello, hombros, espalda, músculos frontales, etc., lo que puede provocar, en primer lugar, dolor, y en segundo lugar una contractura muscular.
Otro ejemplo: una persona que discute mucho con su pareja, o con su jefe, que permanece después mucho tiempo enojado, dándole vueltas a la discusión, a lo que dijo, a lo que debió decir, a lo que debía hacer, etc., permanece mucho tiempo en tensión, pero no resuelve esta tensión hablando, puede alcanzar altos niveles de presión arterial. Los pacientes hipertensos tienen mayores puntuaciones en las pruebas que evalúan ansiedad, e ira interna (ira dirigida hacia dentro, no expresada, rumiaciones, etc.)
En resumen, algunas respuestas fisiológicas se dan mucho más en unos individuos que en otros. El estrés, la ansiedad, las preocupaciones tienden a incrementar las respuestas fisiológicas en general. Pero se incrementan más aún las respuestas fisiológicas en las que nos hemos especializado. Si se mantienen mucho tiempo estas altas tasas de respuesta, es más probable que lleguemos a tener uno de estos trastornos o disfunciones.
También hay que tener en cuenta que muchas veces la preocupación por una respuesta fisiológica que se muestra con una alta intensidad hace que se incremente más dicha respuesta. En general, al prestar atención a las respuestas del sistema nervioso autónomo (involuntarias) modificamos su tasa de respuesta. Así, por ejemplo, si nos dicen que nos estamos poniendo rojos, nos ponemos más rojos.
Por último, decir que en la consulta psicológica se encuentra muchos casos de personas que han hecho un “problema” de su tendencia a ruborizarse algo más que otros individuos, o a sudar más. La exagerada importancia dada a estos factores suele llevar a estas personas a tener que evitar situaciones, por ejemplo, ante situaciones sociales, lo cual constituye por sí mismo otro trastorno (por ejemplo, trastorno fóbico social).
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